PARA REZAR EL EVANGELIO


Dais muy poca cosa cuando dais de lo que poseéis. Cuando dais algo de vosotros mismos es cuando realmente dais.

¿Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis por miedo a necesitarlas mañana?

Y mañana, ¿qué traerá el mañana al perro que, demasiado previsor, entierra huesos en la arena sin huellas mientras sigue a los peregrinos hacia la ciudad santa?

Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento, y su deseo oculto malogra sus regalos. Y hay quienes tienen poco y lo dan todo. Son éstos los creyentes en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca está vacío.

Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio. Y hay quiénes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.

Y hay quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan la alegría de dar, ni dan conscientes de la virtud de dar. Dan como, en el hondo valle, da el mirto su fragancia al espacio.

A través de las manos de los que como ésos son, Dios habla y, desde el fondo de sus ojos,

Él sonríe sobre la tierra.

¿Y hay algo, acaso, que podáis guardar? Todo lo que tenéis será dado algún día. Dad, pues, ahora que la estación de dar es vuestra y no de vuestros herederos. Decís a menudo:

«Daría, pero sólo al que lo mereciera». Los árboles en vuestro huerto no dicen así, ni lo dicen los rebaños en vuestra pradera.

EL PROFETA de Kahlil Gibran:

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